Miedo a la música.
No sé si ya he contado el porqué de Talking Heads. Quiero decir el porqué de elegir concretamente a esta banda para protagonizar mi nueva obra. Explicar todos los motivos sería destripar el propio libro, apuñalarlo y dejarlo morir desangrado aquí y ahora. Nadie quiere verle el mondongo al bicho antes de engullirlo, pero arrojaré algo de luz al asunto.
Tiene que ver con esa pregunta que siempre evito contestar: “Y a ti, ¿qué música te gusta”. Estrés, ansiedad, ideaciones autolíticas… Seguro que sabes de qué te hablo. ¿Qué responder a semejante cuestión? Pues me gusta la que me gusta que es la que, probablemente, no te gusta a ti. ¿Rock? Pffffff muy pureta y canallita. ¿Punk? Bien, pero se queda escasa. ¿Alternativa? Sí, pero también me gustan el flamenco jondo o Nathy Peluso. ¿Indie? Ni loco diría eso. ¿Pop? Nah. ¿De todo? Esto solo lo dicen personas que no escuchan música. ¿De la buena? Esto solo lo dicen fans de Robe Iniesta.
¡imposible contestar!
En alguna ocasión he llegado a afirmar que ¡No me gusta la música! con tal de esquivarlo.
Hasta que hace unos años, no recuerdo cómo ni por qué, llegué a la conclusión de que Talking Heads podían condensar con bastante buen resultado toda la diversidad de mis gustos musicales. Son lo suficientemente conocidos para que a casi todo el mundo, al menos, les suene el nombre, pero al mismo tiempo tienen un pie en el underground. Pese a sus inicios junto a los Ramones, no son punkis, pero sí son raros. Son unos empollones y culturetas, pero no puedes evitar bailarlos y reír. Hacen raca raca con las guitarras, pero tienen éxitos pop pluscuamperfectos.
En resumen, su nombre es un salvoconducto social y cultural.
No sé si son mi grupo favorito, pero si tuviera que elegir solo a uno, seguro que los elegiría a ellos.
Aunque, por supuesto, había otros candidatos para este tebeo, alguno incluso llegué a proponerlo en los headquarters de ECC.
Aquí os los muestro, quién sabe si algún día…