Cabeza parlante.

El mes ha pasado volando. En un par de días estaré de nuevo en Barcelona donde tendrá lugar el festival GRAF, en Fabra i Coats. Un festival al que me siento muy vinculado, y en el que siempre me han acogido con gran cariño. Allí dispondré, sobre la mesa de 2’5 metros que tengo asignada, tal cantidad de trastos que va a parecer el desmantelamiento de una organización de narcotraficantes por la Policía Nacional. Todo muy bien ordenadito.

Además de la venta, y firmas a quienes se quieran acercar, tengo agendadas dos actividades muy relacionadas con el asunto de este blog:

INVENTAR LO QUE YA EXISTE. Un taller al que te puedes inscribir (cuanto antes mejor) para el que diseñé este cartel:

No anticiparé nada de lo que voy a tratar en ese espacio, o sea, que esta entrada es complementaria para quienes acudan al taller, y para los que no, simplemente otro jugoso anticipo de Si bailáis, entenderéis mejor las letras.

La otra actividad supone todo un resurgir. Tras más de diez años alejado de las cabinas, discopafes y salas de fiestas, vuelvo a encargarme de la selección musical nocturna. Es decir, voy a ser unos de los disc jockeys que amenice la fiesta del sábado 2 de marzo en la sala Vol.

Bastantes emociones para un mismo fin de semana, y para mi tierno y remendado coranzoncito.

Aunque mi cabeza está ya allí, estoy escribiendo aquí para decirte otra cosa. Algo acerca de cabezas, de una en concreto, voluminosa y roja. Aunque no precisamente parlante, en contraposición a las que dan nombre a nuestra banda protagónica.

El abordaje de una biografía supone para muchos autores y autoras la renuncia a la ficción. No puedo estar más en desacuerdo con esto, como creo que dejé claro en La mentira por delante (Astiberri, 2021).

Mis personajes y yo ignoramos las enciclopedias. Wikipedigrafiar a una celebridad no me interesa para nada. ¡La biografía hay que crearla, inventarse la historia! Lo hice con la infancia de Yma Súmac (en el fanzine ¡Tan linda! incluido en Obras incompletas), y con el ya citado Paco Umbral, quien afirmaba de forma brillante: “A los retratos tiene uno obligación de parecerse, y no el pintor de sacar el parecido”.

Me autoexijo avanzar en esta idea, llevarla más lejos, muy lejos, tan lejos como pueda… Hasta un futuro desquiciado, un exceso profético, mal agüero, un paisaje gris y escombrado. ¿De qué hablo? Tendrás que bailar para entenderlo.

En una atrofiada distopía de dibujos, un muñequito, un monigote, una cabecita –así lo llamo por ahora– sobrevive, camina, arregla cosas. Aquí me quedo.

Supongo que de algo te sonaba Cabecita –quizá no pueda llamarlo ya de otra manera–. Corona el título del blog, posa junto a la pizarra que nombra cada entrada, se ha colado en mis avatares, perfiles, y otros recovecos de mis redes sociales. Es tu mejor amigo, lo has visto miles de veces en cuentos ilustrados, en los dibujos animados, en la etiqueta del tomate frito y en todos los tebeos que has leído.

"[Nothing But] Flowers" del álbum 'Naked' (David Byrne, Tina Weymouth, Chris Frantz y Jerry Harrison · 1988)

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