Todo es bueno para el convento, dijo el monje.

Perfect timing

Me enteré ayer mismo. Está a punto de ver la luz un álbum recopilatorio con canciones de Stop Making Sense versionadas por músicos como Miley Cyrus, Lorde, The National, Girl In Red, BADBADNOTGOOD, The Cavemen, … La que han hecho Paramore de Burning Down The House ya puede escucharse en tu plataforma amiga.

Unas horas después, leo con estupor que los mismísimos Talking Heads han rechazado varias ofertas muchi-millonarias para reunirse en una gira por distintos festivales. Se dice que la promotora Live Nation llegó hasta los 80 millones de dólares antes de darse por vencidos. 

Parece obvio que el dinero no es motivación suficiente para ninguno de los cuatro miembros, bien porque tengan resuelto ese asunto, bien porque les importe un pimiento. De hecho, me estoy planteando seriamente proponerles que se junten para tocar como parte de la promo de mi tebeo. Sin pagarles ni un solo euro, claro. Igual cuela. Sería un buen golpe al ultra-capitalismo, muchachos ¡Un acto de rebeldía total contra la industria festivalera!

Y a mí me vendría de lujo, la verdad. Todo ventajas.

Como no creo que vaya a suceder nada de esto, voy a esmerarme en hacer el mejor tebeo posible, y confiar en que, como cada año desde 2015, este va a ser con el que lo vas a petar, Loren, ya verás, estamos contigo, premio nac…

Aquí debe ser (melodía ingenua) 

Compartí hace unos días en Instagram un cartel que me encargaron las buenas gentes que dirigen El Batracio Amarillo –revista satírica motrileña en la que colaboro cada mes desde hace años– y comentaba brevemente mi intención de evitar el tratamiento digital de mis diseños siempre que el pagador sea una entidad pública. No pretendo con esto iniciar ninguna lucha, sería inútil porque al final todos vamos a incorporar las IAs a nuestra vida –¿no lo hacemos ya?– y pienso que la única forma de distinguirme de esos trastos –o lo que sean– no es con un resultado o estética concreto (eso de los seis dedos y el tercer brazo es cuestión de días que deje de levantar la liebre) sino con el proceso que me ha llevado a ese resultado. La vivencia que nadie, salvo uno mismo, puede experimentar y documentar. 

Trataré de transmitir esta idea de manera más expansiva y detallada que en las redes sociales. Aquí no hay prisa ni límite de espacio, lo cual es un alivio si la velocidad no es tu punto fuerte. Cabe añadir que tengo tres ejemplos alumbrándome el camino, tres bitácoras fundamentales que desde hace años han sido la universidad a la que nunca asistí. Hablo de los blogs de Max, de Olaf Ladousse y de Mik Baro. Una gran parte de mi formación en diferentes ramas se la debo a estos tres referentes que con gran generosidad han ido compartiendo a lo largo de los años sus movidas, ajenos a lo que estuviera ocurriendo, sin tener en cuenta esos generadores de estrés que son los numeritos, los likes y los seguidores. Han sabido permanecer como un roble en la tempestad, una actitud belmontiana (otra figura de la que algún día hablaré) que he intentado imitar con mayor o menor suerte en mi corta pero frenética carrera. Qué feo esto de la carrera. 


Total…

He descubierto que mi mayor influencia, ahora mismo, es mi propio estudio: El Doblao.

El espacio donde trabajo y paso la mayor parte del día se ha convertido en una herramienta fundamental. Disponer de 120 m² es un gran privilegio que ha supuesto mucho esfuerzo y horas de trabajo. El Doblao, el nombre, es el que han utilizado siempre en esta parte perdida del mundo para denominar a la planta superior de la casa, en la que antaño se guardaba el cereal o las chacinas de la matanza:


¡Vivan los recién casados,
Dios les dé salud, dinero,
mucho trigo en
el doblao
y las ganas pa comerlo!


Con el paso del tiempo estos espacios acabaron albergando mantas viejas en baúles de madera roída junto a trastos inservibles, polvo y olvido.

Yo aproveché para llenar el mío de libros, de tebeos, de artefactos analógicos (un proyector de súper 8, una máquina de escribir, sellos, una fotocopiadora, reproductores de cassettes, una encuadernadora, …) y poco a poco todo esto ha terminado poblando también mi doblao mental.

Unos recursos que voy volcando en mi obra, para intentar hacerla más rica y personal: una figurita de madera, fotocopias de las páginas de una enciclopedia antigua, una caja de cerillas, … Cosas.

“Si bailáis, entenderéis mejor las letras” nace con estas herramientas, dispone de ellas cuando aparece como idea y por eso será –está siendo– un tebeo no sé si mejor, pero sí único. Una aproximación muy personal a la música y sus diferentes formas. Una carta de amor a los objetos que contienen la canción que nos cambió la vida.

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Cabeza parlante.

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Si bailáis, entenderéis mejor las letras.